No hay avance con paso firme hacia un modo de vida sostenible que se dé sin prestar atención a los pies. Por mucho que se apueste por las energías limpias, la movilidad no contaminante o el reciclaje, el camino hacia una sociedad que cuide su entorno se trunca si no se presta atención a algo tan simple, pero de tanto impacto, como el par de zapatos que uno calza.
¿Qué hace que sean determinantes? ¿Por qué deberías comprar calzado ecológico? A continuación, algunas pistas:
Con más de 20.000 millones de pares de zapatos producidos anualmente en el mundo, saber lo que cada uno supone en términos de huella de carbono es clave: solo por cada par, las emisiones superan los 10 kilos de promedio, según el proyecto CO2Shoe.
Ampliando el espectro, la industria emite cada año 250 millones de toneladas de C02. La etapa más dañina, que no la única, es la fabricación de componentes para una industria que, además, no es ajena a la deslocalización. Esta circunstancia aumenta los factores que entran en juego cuando uno calza un zapato sostenible y cuando opta por uno convencional.
La mayor distancia entre centros productores y mercados empuja al alza las emisiones, en este caso por el transporte. Además, la historia de muchos de los zapatos que se exhiben en los escaparates es la de la abundancia de productos químicos para la producción.
Con normativas ambientales y laborales laxas, lugares como China o la India se han convertido en epicentros de la fabricación. Allí, el recurso a energías fósiles para los procesos de producción, o la aplicación de productos tóxicos para pegar o teñir las piezas están al orden del día. La ecuación puede romperse pero, para ello, hay que primar los mercados de proximidad o los fabricantes que sean transparentes sobre sus cadenas de producción, exigencia que crece y para la que se han activado iniciativas como esta.
Pero para que, cambiando de zapatos, cambie esta dinámica, conviene además apostar por calzado fabricado artesanalmente y con productos naturales, reciclados y reciclables. En ellos, el pegado se convertirá en costura; el tinte químico, en vegetal, y el plástico en materiales orgánicos. Además, atención al embalaje, que suma también a las emisiones.